martes, 10 de julio de 2018

Capítulo 6 - Cruzando miradas

**Los hechos y o personajes aquí relatados son de ficción, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia**


Al entrar a casa voy directa y rápidamente al baño, mi madre estaba preparando la cena con la ayuda de Karina (mi hermanita de 6 años), quien al escuchar y verme pasar salió rápidamente a mi encuentro pero yo me metí rápido al cuarto de baño y puse traba (cerré con llave) a la puerta antes que ella pudiera alcanzarme. Karina se quejó que no me pudo ver y abrazar, enseguida llegó mi madre y golpeando la puerta 2 veces dijo.


- Santi hijo ¿Está todo bien?
- sí, sólo quería tomar una ducha antes de ir a la cama (le dije desde adentro mientras dejaba correr el agua de la ducha).
- ¿tan temprano? ¿No piensas cenar? (pregunta ella sorprendida) hice berenjenas al horno con queso ¿seguro estas bien?
- ¡no, gracias ma! solo estoy algo cansado y no veo la hora de meterme a la cama (expuse yo).


Finalmente mi madre no dijo nada más y se llevó a Karina con ella, quizá sospechaba que algo no andaba bien, por eso vino a verificar la situación, ella sabe que a veces es mejor dejarme solo, necesito tiempo y espacio. El agua de la ducha aparte de limpiar mis heridas producto de la caída hacían además que éstas me ardan un poco al contacto. 

Ya en mi habitación, me pongo una remera suelta que uso de pijamas y un bóxer y me meto a la cama. La ducha hizo que me relajara un poco, mi cuerpo estaba distendido, podía sentir una especie de leve palpitar en mi rodilla lastimada, no dolía ni molestaba, simplemente era una sensación, como si estuviera latiendo. Cierro los ojos y recuerdo la situación vivida con Ariel, de cómo lo agarraba y lo atraía hacia mí, de cómo muertas frentes estaban unidas, de cómo nuestro labios estaban tan cerca y aun así no se pudieron fundir, mientras deslizaba mi mano por debajo de mi remera tocando mi zona abdominal. Entonces al percatarme de ello dejo de acariciarme, abro los ojos y en voz alta murmuro.


- ¿pero qué estás haciendo Santiago? (me digo a mi mismo agarrándome la cabeza).

Estuve en silencio mirando el techo con las manos debajo de mi cabeza, rememorando, pensando, cuestionándome si era gay, si lo que había hecho me convertía en homosexual. No hallaba respuestas a ninguna de mis interrogantes, era inútil seguir pensando en ellas y sin darme cuenta poco a poco me fui quedando dormido.

Algunos días después asisto a un partido de nuestro club (Club de los Andes) pero voy como un espectador más (en las gradas), estaba interesado en ver cómo le iba a mi equipo, pero lo que en verdad quería era ver a Ariel, por lo menos desde lejos, quería saber cómo estaba ya que desde aquel día no he vuelto a saber de él. Mi madre me había comentado hace dos días que Ariel se había cortado las manos pero que no era nada grave, que estaba bien. También me preguntó si estaba al corriente de eso y si pasaba algo entre nosotros, que no dudara en contarle cualquier cosa, ella siempre me apoyará sin importar nada, que cuando necesite ella siempre estará ahí, se lo agradecí mucho pero no le dije nada, seguramente ella percibía que algo me preocupaba. 

El sonido del silbato daba inicio al juego, el Club de los Andes versus (contra) el Club Merlo, era un partido amistoso, sin embargo ninguno de los dos clubes quería perder, era un duelo de barrios. Todos parecían tener un buen desempeño futbolístico, mis compañeros de equipo se desenvolvían como de costumbre, era un encuentro agradable de ver. En un momento Rubén (un compañero del club y a la vez amigo de Ariel y mío) quien se desenvolvía de defensor me ve en las gradas y levanta su mano (puño cerrado y pulgar arriba) saludándome, yo le devuelvo el saludo y en ese momento me di cuenta que Ariel también me había visto, él me miraba fijamente, yo le devolví la mirada y por más que aquello duró tan solo un segundo, pude notar en ellos ira, resentimiento, desprecio.
Entonces Ariel dejó de mirarme y siguió corriendo, buscando la pelota, sin embargo, algo en él cambió, toda su destreza, dominio y habilidad con la pelota había desaparecido, su título e insignia de capitán del equipo parecía quedarle sumamente grande, estaba disperso, a la vez que irritado y molesto por desempeñarse tan mal, probablemente verme allí le afectó, lo descolocó tanto física como mentalmente. 

No me había percatado de la presencia de Mónica (hermana de Rubén) en uno de los extremos de las gradas, posiblemente ella me estaba observando desde hace rato y yo no me percaté de ello. Sentía que no podía seguir allí, observando la frustración y desesperación de Ariel, de alguna forma su malestar también llegaba hasta mí, concluí que el haber asistido al juego había sido un error, no debí haberlo visto y mucho menos él a mí, entonces me levante de las gradas y al dirigirme hacia la salida me intercepta Mónica agarrándome del brazo a lo que me doy vuelta para ver quién es. 

- Sa… Santiago… ¿ya te vas? (pregunta ella tímidamente sacando su mano de mi brazo). 
- ¡Mónica! (respondo sorprendido) ¿Cómo estás? hace mucho que no te veía.
- bien gracias (responde ella mirando a otras direcciones evitando mirarme la cara) te vi y… te vi y quise preguntarte como estabas de tu rodilla (soltó ella velozmente luego de haber tomado una bocanada de aire).
- ah estoy bien, pronto podré volver al equipo (le respondo sonriendo, al parecer Mónica sentía vergüenza, entonces continué) discúlpame Moni pero me estaba yendo.
- Ah bueno (dijo poniéndose algo triste) em... me preguntaba si... (decía ella a la vez que con su dedo jugaba con un mechón de su cabello) ¿querrías ir a tomar algo conmigo a algún lugar?... es que tengo la garganta un poco seca ¿quieres? (preguntó ella ruborizándose y agachando la cabeza). 


En ese momento recordé las palabras de Ariel “creo que Mónica, la hermana de Rubén está muerta con vos, tenes que avanzar ahí” entonces, instintivamente la agarro suavemente de su delicado mentón y le hago levantar la cabeza haciendo que me mire con sus cálidos, acuosos y profundos ojos azules (no me había percatado de ello hasta ahora) contrastando perfectamente bien con su tono de piel blanquecina. 

- ¡claro!, me encantaría acompañarte (dije naturalmente con una voz seductora)… ¿vamos? (le pregunté mientras le soltaba del mentón y le tendía mi mano). 

Mi actuar fue de lo más natural, instintivamente, no lo planeé. Ella se sonrojó aún más y luego de un segundo agarra mi mano tierna y suavemente. Entonces fuimos con Mónica tomados de la mano hasta un puesto de venta ambulante, al llegar allí ella me suelta la mano pudorosamente, quizá le dio vergüenza que nos vean así. Compramos dos jugos de naranja exprimidos, los cuales obviamente pagué yo y nos sentamos a conversar tendida y plácidamente como dos viejos amigos en un banco (asiento) libre al costado de la cancha sin prestar demasiada atención al juego o a los típicos sonidos producidos por este lugar.


Realmente disfruté mucho de su compañía, fue muy agradable conversar con ella, no paraba de reír con ella, de su simpatía, de su espontaneidad y de sus elocuencias. Ciertamente en todo ese rato con Mónica logre olvidar por completo a Ariel, incluso dejé de percibir el mundo que nos rodeaba, ella ocupaba toda mi atención, con su luz hizo que la culpa, la tristeza y el malestar que Ariel había producido en mi corazón desaparecieran. 

Ninguno de los dos se había percatado que la disputa (el juego) ya había terminado, aun con un gran caudal de personas que pasaban alrededor nuestro, no nos dimos cuenta, hasta que siento como una mano presiona mi hombro. 

- ¿Qué hacen ustedes dos acá? (dice Rubén muy serio y enojado). 

Entonces veo como la cara de Mónica se vuelve blanco del susto y la vergüenza, entonces yo me levanto seriamente me pongo frente a él y le digo. 

- solo conversábamos ¿acaso está prohibido hablar con tu hermana?
- cuidado con el tono que estas usando (dice Rubén advirtiéndome). 


Nos miramos fijamente levantando nuestras cabeza y sacando pecho como si fuéramos gallos (ave domestica) a punto de empezar una riña (pelea/duelo), y… a los segundos nos empezamos a reír y saludar con Rubén, solo estábamos actuando, fingiendo, Mónica nos miraba sin entender nada porque ella creyó realmente que estábamos a punto de pelear. 

- ¿Cómo estas amigo? (le digo mientras estrechaba su mano y chocábamos hombros) ¿seguís en la obra con tu padre? Alto brazo estas sacando (le dije apretándole su bíceps).
- dios… son unos idiotas (dijo Mónica suspirando aliviada) ¡hombres…! (rezongó). 


Yo la miré, le sonreí y me encogí de hombros como si le estuviera diciendo “paciencia, es lo que hay, es lo que somos, muy básicos”. 

- si estoy a full laburando con mi viejo, le doy una mano y de paso hago un poco de plata (dice Rubén rápidamente sin darle mucha importancia al comentario de Mónica) Che Santi… ¿cuándo te reincorporas al equipo? (me pregunta él). 
- aun no lo sé, supongo que pronto.
- Esperemos… porque tu amigo parece que te extraña (decía Rubén sarcásticamente refiriéndose a Ariel) está jugando cada vez peor, hoy no pudo concretar ni un solo pase y el entrenador lo sacó y lo mando a las duchas en el segundo tiempo.
- ¡no! ¿En serio lo sacó? ¿Al capitán? (le pregunto sorprendido y pensativo, nuevamente pensé que Ariel estaba así por mi culpa, “debo irme” concluí en mi mente).
- ¡si…! (dice Rubén y luego continua reflexivo) No debe de estar pasando un buen momento familiar, ¿has escuchado lo que dicen las malas lenguas acerca de su padre? debe ser terrible tener…
- ¡espera! (lo freno) no digas más, no hay que andar repitiendo esas cosas, nosotros menos que menos, somos su amigo, nos necesita, necesita todo nue… nuestro apoyo (le digo un poco dubitativo en la ultima parte).
- tienes razón (me dice Rubén tocándome el brazo) uh… estoy hecho un asco (prosigue él sacudiendo un poco su remera, su hedor, sudor y transpiración eran más que evidentes) me voy a las duchas, vamos (me dice Rubén) vamos al vestuario seguro los muchachos también querrán verte, hace semanas que no venís por estos lares/lugares. 


Estaba dudando, lo más probable es que también me encuentre con Ariel en el vestuario, no quería causar más inconvenientes, aumentarle el disgusto. Rubén le daba indicaciones a Mónica para que le espere en “x” lugar. Entonces Mónica se despide de mi extendiendo su mano un poco inhibida por la presencia de su hermano, fue una despedida algo extraña y forzada ya ninguno de los dos queríamos separarnos. 


Rápidamente llegamos al vestuario, no quería forzar un encuentro cara a cara con Ariel, sin embargo lo primero que hice al entrar fue mirar hacia su casillero, mi corazón latía muy rápido, lo veo, estaba allí, sentado sobre la banca únicamente con una bermuda de jean, poniéndose las medias. E inmediatamente ocurrió lo que me temía, al mirarlo Ariel también me miró, de nuevo hicimos contacto visual, entonces él hizo un leve ruido similar a un suspiro a la vez que negaba con la cabeza y volvió a mirar nuevamente a sus pies terminando de calzarse. 

Ese gesto, esa reacción lo dijo todo, no hizo falta nada más, quería desaparecer, salir corriendo una vez más, pero varios de mis compañeros de equipo vinieron a saludarme y hablarme haciendo una ronda alrededor mío mientras Ariel, quien se mostraba frio, distante e indiferente guardaba sus pertenencias en un bolso. Yo traté de no sucumbir ante Ariel o ante mis compañeros y sostuve mi “alegría falsa”. Entonces escucho a Rubén decir: 

- ¡eh amigo, cambia esa cara! No murió nadie, fue solo un juego, no te calentes, el próximo ganaremos (le decía Rubén a Ariel lanzándole sus medias sucias). 
- sí, tranquilo, un mal día lo puede tener cualquiera (dijo uno de los defensores).
- sí, no te calentes (gritó otro de los compañeros). 

- gracias compañeros (dijo Ariel mientras secaba sus ojos humedecidos) para el próximo no los decepcionaré, lo prometo (continuó a la vez que agarraba su mochila y se dirigía hacia la salida). 


La primer tanda de compañeros ya había salido de las duchas, por lo cual, los que me estaban rodeando se encaminaron hacia el cuarto de baños, entonces intenté salir rápidamente antes de que otros compañeros vengan a saludarme y al dar un paso hacia atrás y dándome la vuelta velozmente, terminé inevitablemente chocando de frente con Ariel, quien justo pasaba detrás mío intentando marcharse. Al chocar con Ariel éste por un segundo cierra los ojos, presiona sus diente y labios como si se estuviera lamentando y/o conteniendo. Él me miraba fastidioso, yo no supe que hacer o decir, estábamos enfrentados, cara a cara, frente a frente, cualquier cosa podría ocurrir.


Continuará…
(Capítulo 7 – Lucha)

(Índice de capítulos)

5 comentarios:

Gaston dijo...

Excelente!! Esperando ansioso el capitulo 7

Sebastian dijo...

Gracias Gaston por leer y comentar.
En unos días sera publicado el siguiente capítulo.
Saludos.

Dan76 dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sebastian dijo...

Daniel, gracias a vos también. Sin darme cuenta elimine tu comentario, perdón.

Zeta Bilingüe dijo...

Me dejaste intrigado jeje, tendré que leer la siguiente parte.