miércoles, 27 de junio de 2018

Capítulo 5 - Amigo: La sombra del pasado, parte 2

Capítulo 5 - Amigo: La sombra del pasado, parte 2

**Los hechos y o personajes aquí relatados son de ficción, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia**


Hace casi un mes que Ariel venía a nuestra casa para realizar el trabajo practico (maqueta del sistema solar más un informe de esta) el cual debía ser presentado la próxima semana. Ariel pese a ser popular dentro del colegio y destacar en deportes también es muy aplicado en el estudio. En ocasiones la madre de Ariel (ella es enfermera y desempeña su función en un hospital público de la zona) venía con él y se quedaba con mi madre en la cocina interactuando, conversando, a la vez que tomaban algún café, té o mates (infusión a base de yerba mate, consumida tradicionalmente en varios países de América del sur) mientras nosotros hacíamos nuestro proyecto en la sala de estudio.

Veía la humedad que había dejado su lagrima en su mejilla… estábamos solos allí… de pie… inmóviles… el tiempo parecía haberse detenido… la nostalgia se reflejaba en tus ojos… mis ojos no pudieron contener las lágrimas, sentía que todo me daba vueltas… mi cuerpo no dejaba de temblar, temblaba de emoción y a la vez miedo… vos en cambio, estabas radiante, se te veía feliz, en paz… tu rostro dibujaba una perfecta y entrañable sonrisa…


- ¡NOOO…! (grito enérgico y me llevo las manos a la cara, tapándome los ojos y continuo) ¡no eres real…!
- Santiago… (Dice él).

Entonces siento posar sobre mis hombros tus cálidas manos, en ese instante el temblor de mi cuerpo desaparece repentinamente, el mundo dejo de dar vueltas alrededor mío, algo en mi interior cambió, la paz inundó mi ser. Él con sus manos despeja mi rostro con ternura y acaba tomándome ambas manos, entonces lentamente abro los ojos contemplándolo plenamente.

Lo tenía justo en frente, él me miraba con una tenue sonrisa, Matías, mi hermano, era él, su apariencia, su voz, su aura, su esencia, pero… ¿era él realmente? ¿O una vez más mi mente me estaba jugando un truco? Podía sentir la calidez de sus manos a través de las mías, sentía su olor, su respiración, mi alegría era tanta que no dude en abrazarlo, al fin podía abrazarlo nuevamente, sin dejar de abrazarlo baje mi cabeza a la altura de su pecho esperando sentir algo, pude oír y sentir el palpitar de su corazón, entonces lloré desconsolado. Luego de un rato y tras calmarme un poco Matías me dice.

- ¿Ya estas más calmado? Hermano (decía Matías sin dejar de abrazarme).
- Hermanito, no sabes lo mucho que te extrañé, cuantas veces te soñé, cuanto deseé volver a verte, abrazarte y nunca más dejarte ir (le decía mientras lo abrazaba muy fuerte).
- Santi… (Decía él mientras acariciaba suavemente mi cabello) lo sé, se perfectamente lo que sientes, lo que sufres por esas heridas en tu interior, la culpa te está consumiendo (me agarra de los antebrazos y me separa con agilidad y suavidad puesto que no quería soltarlo, me mira y me sonríe como muchas veces lo había hecho en vida) debes superar mi partida, cambiar de actitud y sé feliz.
- No, no quiero, no puedo, no puedo vivir sin vos, me haces mucha falta (le digo y le vuelvo a abrazar lo más fuerte que puedo).
- Santi (decía Matías mientras se liberaba de mi abrazo con relativa facilidad) ¡escúchame hermano! (poniéndose serio) no puedes seguir así, castigándote, tenes que seguir adelante, aferrarte a los vivos, debes dejarme ir y… (Extiende su mano derecha y la coloca sobre mi pecho, sobre mi corazón) debes perdonarte, volver a llenar ese vacío que dejé en tu corazón.
- ¡NO!, no puedo, no me lo perdonaré nunca, yo te maté, por mi culpa estas muerto, no debí llamarte marica ni incitarte a subir al árbol por la pelota… lo siento ¡perdóname! (le digo dejándome caer al piso de rodillas y rompiendo a llorar, entonces continuo) ¡debí haber subido yo, el que debía de haber…!
- Detente (me interrumpe Matías poniéndose de arrodilla conmigo y tapando mi boca con una de sus manos) ¿aún no lo entiendes? Sos y serás siempre mi hermano, no importa lo que pase o que tan lejos estemos, siempre te llevo aquí (agarra mi mano y lo lleva a su pecho con determinación y firmeza) en mi corazón, además el perdón es amor, vos te mereces amar y ser amado, libérate del dolor, sos una gran persona, un buen hijo, buen amigo, y sobre todo un buen hermano, mereces ser feliz… yo no tengo nada que perdonarte Santi, te amo muchísimo hermano, si tuviera que volver a dar la vida por vos lo volvería a hacer con gusto.
- pero no es justo ¿por qué tuvo que ser así? ¿Por qué vos? (pregunte obstinado).
- son los designios de la vida, no es culpa tuya, un día estamos y al otro no, por eso debes ser feliz hoy, haz las paces contigo mismo, apóyate en las personas que te rodean para seguir adelante, recuerda que el perdón es amor, eres digno de él, mereces ese perdón, la libertad que anhela tu corazón está en el perdón y la aceptación.

Yo simplemente contemplaba a Matías, no entendía por completo mucho de lo que este me decía, sin embargo era feliz de nuevo vibraba de emoción, fuese o no real, yo estaba realmente feliz, feliz de verlo, de sentirlo, de abrazarlo, estar con él como cuando éramos más niños, le sonreí, se sentía tan bien hacerlo.

Matías ahora también me contemplaba en silencio, me acaricia la mejilla un instante, luego me aprieta esta zona con su dedo pulgar e índice, así como generalmente se lo hacía yo a él, empezamos a reírnos de la nada uno atrás del otro, seguimos con ese jueguito unas veces más, nos volvemos a abrazar por unos instantes y entonces interrumpe diciendo.

- ¿sabes que te quiero mucho, verdad? Agradezco haber tenido un hermano extraordinario como vos, vivimos grandes momentos juntos, tuve una vida magnifica… (Decía Matías mientras yo dejaba de abrazarlo y lo miraba algo triste, pues intuía algo) entonces… esta es nuestra despedida Santi, aquella que en vida no pudimos tener.
- ¿Qué? No, no me dejes, no otra vez… por favor, te lo ruego… no lo soportaré una segunda vez.
- No estás solo, estoy siempre presente, en una flor, en el aire que respiras, en todas partes, también entre tus familiares y amigos, en cada una de las personas que te quieren, ahí estaré yo (me decía Matías mientras me agarraba de la cabeza y me da un beso en la frente y continua) te quiero hermano… adiós Santiago, ya no volveré.
- ¡NOO HERMANO ESPE...!

Grité desconsolado, sin embargo me detuve, empecé a notar como Matías comenzaba a desintegrarse desde el lado izquierdo en forma de vapor con un leve tono blanquecino y al cabo de unos sendos se había desvanecido por completo en mis brazos, una lagrima cayo de mi mejilla al piso, justo en ese instante vuelvo a la realidad en un pestañeo. Ahí estaba Ariel de pie guardando un cuaderno en la mochila, entonces dice.

- Adiós Santiago… (Dice Ariel resignado cerrando el cierre de su mochila) ya no volveré.

Al oír eso de parte de Ariel me levanto rápidamente de la silla sorprendido, esa fueron las últimas palabras de Matías, exactamente esas, entonces recuerdo algo que me había dicho antes Ariel “siento que te quiero, que te conozco de antes y no sé por qué…” y seguidamente viene a mi mente las palabras de Matías “…entre tus familiares y amigos, en cada una de las personas que te quieren, ahí estaré yo…” confundido lo único que hago es gritar con todas mis fuerzas.

- ¡AHHHHHH…! (mientras me agarro de los cabellos) ¡NOOOOO…! (grito nuevamente y luego doy un golpe de puño a la mesa)

Me quedo apoyando y sosteniendo mi cuerpo con mis puños sobre la mesa mientras se normaliza mi respiración. Ariel quedo atónito, con la mano en el picaporte y la puerta semi-abierta, entonces yo levanto la cabeza, lo miro y le digo.

- no te vaya… por favor… ayúdame… no me dejes (mi cuerpo empieza a temblar y a llorar, las lágrimas caen sobre las hojas de mi cuaderno manchándolas) por favor… (le supliqué).



En ese momento Ariel se deshace rápidamente de la mochila que tenia en su espalda dejándola caer al suelo, rápidamente se acerca hacia mí y me abraza fuerte. En esos momentos ingresaron mi madre y la madre de Ariel a la sala de estudios, mis gritos las hicieron venir a ver rápidamente y al ver la situación y oír parte de mis suplicas, la madre de Ariel detiene a mi madre del brazo antes de que ella pueda llegar a mí, la hace retroceder mientras con la cabeza le hace un ademán (gesto) de “no” y luego en voz baja le dice “espera, observa” (posiblemente, ella por su trabajo está acostumbrada a lidiar y tratar con los traumas y/o perdidas de sus pacientes y familiares) mi madre hace caso tapándose la boca con ambas manos llorando en silencio viendo la situación.

Mi madre le había contado a Ariel y su madre que estaba deprimido por la muerte de Matías, y que el trabajo práctico en conjunto (la maqueta y el informe) debían hacerse únicamente en nuestra casa por ese motivo. También le dijo a Ariel que me tenga un poco de paciencia, puesto que lidiar conmigo podría no ser sencillo. Ellos entendieron y aceptaron, hasta ofrecieron su ayuda para lo que necesitáramos.

- tranquilo, aquí estoy (me decía Ariel mientras me acariciaba en la espalda y la cabeza).
- ¡no quiero seguir así…! (le decía a Ariel sin dejar de llorar ni temblar) Ariel… (Le digo mientras lo miro a la cara) quiero ser fuerte, no quiero seguir cargando con este dolor en el pecho, ya no quiero llorar… ayúdame… ¿quieres ser mi amigo?
- Claro que si Santi, siempre te vi como un amigo (me dice Ariel y pone su frente con la mía) incluso podrías convertirte en un hermano para mí.
- no estás solo hijo, yo siempre estaremos para vos, pase lo que pase (acotó mi madre). 


Yo les sonrío, cierro mis ojos sobre los hombros de Ariel y suspiro aliviado, un gran peso se liberaba de mi espalda, finalmente aceptaba las cosas como eran, liberándome de las cadenas que me ataban al pasado, mi cuerpo no dejaba de temblar, entonces siento otro abrazo, era mi madre, estaba abrazándonos (a Ariel y a mi) con lágrimas en los ojos a la vez que me besaba por toda la cara.

- ya ma… (Le decía a mi madre en un estado de relajación pura, ya casi no temblaba, sin embargo la cabeza empezaba a darme vueltas) estoy bien, deja de darme tantos besos.

No sé cómo ni cuándo Ariel se liberó de los abrazos, pero yo me sentía cada vez más exhausto, con sueño, el cambio me había provocado una gran fatiga.

- te amo tanto hijo (decía ella emocionada)
- Me siento cansado (dije) tengo… mucho… sueño… (Apenas logre terminar la frase, mis parpados me pesaban, me estaba quedando dormido).
- Santi… Santi… (decía mi madre mientras yo perdía el conocimiento).

Dos horas después despierto en mi cama, me incorporo, estoy algo confundido, tenía un leve dolor de cabeza, me cuestiono si todo fue real, entonces entra Karina (mi hermanita) corriendo torpe y lentamente a mi habitación, ella corrió a mis brazos, yo la abrace y levante a mi cama, mi actitud había cambiado, no sentía la necesidad de ser frio o distante. Desde la puerta escucho a mi madre preguntar

- ¿Cómo te sientes hijo?
- bien, creo… ¿Qué pasó? (pregunté)
- te desmayaste, tu cuerpo no aguantó el estrés y la carga emocional que liberaste hoy, pero no te preocupes, la madre de Ariel dijo que eso era normal.



Yo simplemente le sonrió, en eso escuchamos que llegaba mi padre del nuevo trabajo, mi madre fue a recibirlo y Karina se quedó conmigo, jugando con algunos de mis peluches. Al mirar hacia la mesita de luz (mesa de noche) veo sobre ella un papel, comienzo a leerlo y se forma una sonrisa en mi rostro, luego lo doblo al medio, me levanto, voy hacia mi pequeña biblioteca (librero) saco el libro favorito de Matías (“El principito”, autor: Antoine de Saint-Exupéry) y entre medio de sus páginas guardo esa nota, coloco el libro nuevamente en su lugar y vuelvo a la cama para jugar con mi pequeña hermana.

Mis piernas me pesaban, avanzaba muy lentamente, los mosquitos me sobrevolaban, zumbaban en mis oídos, no podía más, estaba agitado, me costaba respirar con normalidad, me detengo, me agacho sosteniéndome de mis rodillas tratando de recuperar el aliento. Era una noche tranquila, despejada, entonces comenzó a oírse algunos estruendos, bombas, petardos, el cielo estrellado se iluminaba con los fuegos artificiales a la vez que se oían los festejos de grandes y chicos provenientes de sus hogares, el súper clásico (partido de futbol) había terminado ¿quién habrá sido el ganador? Cierro mis ojos tratando de no pensar en nada, mi mente rápidamente comienza a quedar en blanco, todos esos ensordecedores sonidos se van apagando y en la blancura de mi mente se va formando algo, una figura, humana, Matías, después de varios años volvía a aparecer su figura, estaba sonriéndome. Entonces abro los ojos de golpe, inhalo y exhalo profundamente un par de veces tratando de normalizar mi respiración, doy unos golpes a mis piernas por encima de las rodillas a ver si éstas reaccionan, me coloco en posición como si fuera a empezar una carrera... miro el horizonte con una actitud desafiante, respiro profundo una vez más.

- nunca más... (Quedándome en esa posición por unos instantes, expectante, listo para correr)

Se oye un gran estallido, aquello era la señal, entonces salí a toda prisa, comencé a correr, lo hacía lento, mis piernas seguían entumecidas, mi cuerpo se sentía pesado, entonces tropiezo y caigo de lleno al suelo resbalándome unos metros sobre la calle de tierra raspándome algunas partes del cuerpo.

- ¡MIERDA…! (grito desde el suelo) no volveré a caer… (Decía mientras me levantaba del suelo).

Vuelvo a colocarme en posición, tenía restos de arena pegados al cuerpo, los mosquitos volvían a alimentarse de mí, de nuevo me puse en marcha y con un gran grito de “¡AHHHH...!” comienzo a ganar velocidad, cada vez iba más rápido. La presión y velocidad hacia que tanto los mosquitos como la arena que traía en el torso desnudo hicieron que se quedaran atrás, En ese momento lo único que quería era correr, no me importaba nada, ni siquiera la negativa del médico para realizar aquella práctica, mi rodilla parecía responder favorablemente, corrí y corrí hasta perderme en el horizonte, me sentía libre...



Continuará…

(Capítulo 6 – Cruzando miradas)
(Índice de capítulos)

lunes, 11 de junio de 2018

Capítulo 4 - Trauma: La sombra del pasado, parte 1

Capítulo 4 - Trauma: La sombra del pasado, parte 1 


**Los hechos y o personajes aquí relatados son de ficción, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia** 


Estaba en una especie de trance, caminando lentamente (deseaba escapar lo más lejos posible, corriendo, pero no podía, sentía que las piernas me pesaban, temblaban, apenas conseguía caminar) por las cálidas y casi desiertas calles del barrio, algunos niños jugaban en algunas cuadras, posiblemente todos estarían viendo el súper clásico que aún no llegaba a su fin. Estaba anocheciendo, los mosquitos estaban apareciendo y "picando" a todo ser vivo que no esté resguardado o con algún tipo de protección, yo era presa fácil, mi torso superior, así como mis brazos y piernas estaban descubiertas, por ende estos insectos hacían de mi cuerpo un festín, no tenía reacción, no sentía nada, ninguna molestia, ningún picazón, ningún dolor físico, sin embargo, por dentro, el dolor quebraba mi alma, todo mi ser sufría en silencio, quería gritar, pero tampoco podía, hacía años que no me había sentía así, no desde que Matías me dejó, era imposible no recordarlo, las sensaciones que provocó su partida eran similares a las que sentía en este momento. 
Sentía que hice añicos (destrozar) varios años de amistad y compañerismo, era un completo idiota, ni siquiera podía comprender lo que había pasado, lo que había hecho, eso… ¿por qué? ¿Hay algo mal en mí?, pensé.

Fueron las 7 cuadras más agónicas (aflicción extrema) de mi vida, recordando todos esos años junto a mi amigo Ariel, las circunstancias que llevaron a conocernos, nuestros inicios, nuestros grandes momentos, nuestros juegos, las travesuras, nuestras pasiones, todo lo que habíamos vivido juntos, todo, mientras mis ojos no podían contener las lágrimas de tristeza.

  Matías y yo nos llevábamos con dos años de diferencia, éramos hermanos, inseparables, como uña y mugre, siempre pegados, juntos, nos llevábamos muy bien, solo éramos él y yo, jugábamos todo el tiempo, nos entendíamos tan bien que no hacían falta palabras, un gesto, una mirada y ya sabíamos lo que el otro quería. Yo, al ser el mayor siempre estaba pendiente de él, cuidándolo, viendo que nada le falte. Al despertar cada mañana, lo primero que hacía era mirar hacia la cama contigua, veía en silencio como dormía mi hermanito, me encantaba verlo así, parecía un ángel, y adoraba sus posturas al dormir, era muy estriónico, y tras algunos minutos ya no podía resistir más, entonces rápidamente iba y me tiraba en su cama, arriba suyo, despertándolo por sorpresa, y poco a poco Matías se iba despertando, iniciando nuestros juegos ya desde temprano… A veces, cuando Matías se despertaba de madrugada, él pasaba a mi cama, conmigo, yo al darme cuenta de su presencia lo abrazaba, me fascinaba que se metiera en mi cama a mitad de la noche, era tan cálido, y así seguíamos durmiendo, completando las horas de sueño que faltaban. 

En julio del 2004 (hace 6 años) cuando yo tan solo tenía 12 años, Matías fallece en un trágico accidente, sumiéndome en una profunda crisis con ciclos de internaciones médicas producto del trauma vivido. Casi un año después de este suceso, ya casi no tenía ningún episodio crítico, sin embargo, aún seguía inmerso en una depresión de la cual no podía salir, no podía superar, ni aceptar que mi hermanito ya no se encontraba entre nosotros, me sentía culpable, culpa que me atormentaba día y noche.



La psicóloga, tras varios meses de terapia familiar recomendó mudarnos, cambiar de aires, esto ayudaría y aceleraría mi proceso de aceptación y recuperación de la tragedia, y además, la posterior sanación del trauma. Como opción, esta parecía la mejor, era una decisión difícil, mis padres ya no tenían alternativas, puesto que ninguna de las terapias ni medicamentos mejoraban mi situación, incluso parecía que lo empeoraban, y como efecto secundario apareció la ansiedad, el cual canalizaba comiendo. Al tiempo tenía más de 25 kilogramos por encima de mi peso normal/ideal (41 kg) aumentando semana tras semana.
Soñaba con Matías casi todas las noche, me despertaba gritando y llorando angustiado. Durante el día también veía a mi hermano en todas partes, ya no sabía que era real y que no, me estaba volviendo loco, cada día era más retraído y reservado (introvertido), me aislaba de todos, mi único refugio era Manchas, un perro (cruza/mezcla con raza Beagle) que le había regalado su madrina a Matías en su niñez y él lo nombró Manchas. Dado mi sobrepeso, mi reciente carácter introvertido y mi constante inexpresividad, comencé a sufrir bullying en mi escuela (acoso físico y/o psicológico), la vida me parecía cruel e injusta, ya solo llenaba mis días con comida. 

A raíz de experimentar la muerte en primera persona, desarrollé una obsesión, fobia hacia la muerte o estados relacionados, no podía ver sangre, gente inconsciente, desvanecida o muerta porque me angustiaba de sobre manera, me paralizaba y/o entraba en un estado de paranoia irracional aislándome de todos, evitando cualquier contacto humano.

Finalmente y como consecuencia directa del abrupto fallecimiento de Matías nos mudamos en Abril del 2005 a El Trébol, Santa Fe, Argentina, instalándonos en esa nueva provincia (estado/departamento) sin saber que nos depararía el futuro. Mis padres hacían malabares sorteando las dificultades, sobre todo las primordiales: a) mi estado psicológico, físico y la adaptación a mi nuevo hogar (barrio, escuela, amigos), b) situación económicos (mi padre no tenía trabajo, tenían algunos ahorros más lo que le quedó de la venta de nuestra anterior vivienda y la compra de esta nueva casa, pero sin un trabajo fijo y estable no duraríamos mucho), entre otras.

En ese entonces mi hermana Karina tenía 1 año de edad, por lo que mi madre estaba más abocada (pendiente) a ella y en la mudanza, o así lo vivía yo, lo experimentaba de esa forma. Esto me hacía sentir marginado, no deseado, no querido, culpable por no haber podido cuidar bien de Matías. Mis padres, en especial mi madre había hablado conmigo de todas las maneras posibles, apoyándome, dándome ánimos, cariños, pero todo era en vano, para mí todo era una farsa, como podrían perdonarme luego de haber matado… Ya no me importaba nada, había perdido a mi único amigo, no tenía interés en hacer otros, mientras menos interacción social tuviera mejor, comenzaba a llevar una vida monótona y aburrida. A los días de mudarnos comencé la escuela secundaria.

Ese primer día de escuela, mientras la maestra de turno junto con la directora del establecimiento me presentaban ante los alumnos del salón diciéndoles que me dieran una cálida bienvenida, yo todo el tiempo estuve con la cabeza mirando al piso, y cuando levante la vista no pude evitar fijarme en uno de los chicos del salón, cruzamos miradas, un escalofrío recorrió mi cuerpo, sentía como mi pulso se incrementaba, mi corazón bombeaba intensamente, parecía salirse de mi pecho. Este compañero tenía algo que me hacía recuerdo a mi difunto hermano, el parecido físico no era tanto, era algo más allá de eso, algo trascendental, al mirarlo a los ojos y ver su mirada penetrante y a la vez cálida me recordó a Matías, vi en él su esencia, su luz, el mismo corazón y alma libre y puro. Su nombre era Ariel, 14 años, carismático, alegre, amigable, súper extrovertido, amante del deporte, con una gran y cálida sonrisa y un aura especial, todos querían ser su amigo, irradiaba y contagiaba felicidad a todo el que lo rodeaba. Yo un poco confundido por esta situación me aislé en el fondo del salón evitando cualquier acercamiento o interacción con mis nuevos compañeros, en especial con Ariel, ya que este por alguna razón me intimidaba, hasta me provocaba temor.

Con el correr de los días era inevitable, y a su vez más frecuente el hecho de levantar la cabeza y mirar a Ariel, incluso en muchas oportunidades éste se daba vuelta hacia atrás en el momento indicado para poder verme, cruzando miradas, como si supiera el momento preciso en el cual lo estoy observando, incluso me ha regalado varias veces una sonrisa mientras conectábamos visualmente, pero yo todas las veces bajaba la cabeza ignorándolo. Inconscientemente comencé a prestarle más atención, a su personalidad, como se desenvolvía con los demás, su carisma, por primera vez luego de mucho tiempo quería sociabilizar con alguien, con él, hablarle, sin embargo guardé distancia y callé.

Días más tarde, por cosas del azar o del destino, como si una fuerza tratara de unirnos, me toco hacer grupo de estudio con Ariel. Para dicha tarea era necesario que nos juntáramos después de las horas de clases, por lo que Ariel comenzó a ir a mi casa y con ello poco a poco se fue adentrando en mi vida, mi familia, conociendo un poco más de mí y de mi pasado.
Sentía cierta afinidad hacia Ariel, sin embargo aún no podía abrirme a éste, me resguardaba en mi coraza, interactuando con él lo menos posible, incluso de a momentos me costaba mirarlo, tenerlo cerca, había culpa en mi corazón. Ariel me tenía paciencia, mucha, parecía querer ayudarme (sobre todo luego de adentrarse un poco más en mi historia), hasta que un día, ya no supo más que hacer o como tratarme… 

- ¡No puedo más! (soltó Ariel con un suspiro de resignación) por más que lo intente nunca podré…

Ariel suspira nuevamente cortando su discurso mientras intenta conectar su mirada con la mía, pero es inútil, entonces da un golpe de puño sobre la mesa haciendo saltar levemente los libros y cuadernos, y a su vez me hace vibrar e inmediatamente me contraigo de hombros y bajo la mirada, mientras Ariel levantando la voz dice.

- ¡MÍRAME! (me grita Ariel, luego continua con su tono normal de voz) por favor…

En ese instante Ariel pone su mano sobre la mía, la cual se encontraba sobre la mesa y la aprieta levemente. Yo en vez de verlo a la cara miro nuestras manos.

- Sabes Santi, por alguna razón desde que te vi me caíste bien, había algo especial en vos, algo que ahora se está apagando, quería ser tu amigo pero no me dejas serlo… siento que te quiero, que te conozco de antes y no sé por qué, incluso creo que te soñé antes de conocerte… verte mal, me hace mal…

Enconches suelta mi mano y se levanta de la mesa guardando con sus cosas en la mochila sin muchas ganas y con tristeza mientras me observaba tratando de encontrar una reacción en mí, sin embargo yo seguía inmóvil.

- Me gusta estar contigo, pero me gustaría que estemos bien (decía Ariel mientras guardaba su ultimo cuaderno) pero si no luchas, si no pones un poco de esfuerzo y voluntad nunca podrás superar nada, ya no sé qué hacer, dime como ayudarte (mientras por sus mejillas rodaban unas gotas).

Hubo unos segundos de silencio, éste era tal que se podía oír claramente el movimiento de las manecillas (agujas) del reloj que estaba a unos metros sobre la pared, entonces Ariel prosiguió.

- Adiós Santiago… (Dice Ariel resignado cerrando el cierre de su mochila) ya no volveré.

Me sentía extraño, mi cuerpo comenzó a temblar, como si este estuviera tratando de decirme algo, cerré fuerte los puños y los ojos tratando de contener así los temblores, pero era inútil, estos no dejaban de sucumbir todo mi ser, entonces aflojo los puños y los ojos abriéndolos lentamente mientras levantaba la cabeza viendo primero mis manos, luego la mesa, la mochila y la parte inferior del cuerpo de Ariel subiendo lentamente hasta llegar a su rostro… me levanto del asiento bruscamente mirándolo atónito, no podía entender lo que mis ojos veían, de repente mis ojos expulsaron lagrimas ¿lágrimas de tristeza? o … 


- ¡Matías!... (exclamo desconcertado).


Continuará…
(Capítulo 5 - Amigo: La sombra del pasado, parte 2)